Había una vez dos hermanas, una de las cuales era millonaria y sin hijos; la otra viuda con cinco niños y tan pobre que no tenía ni para comer ella y mucho menos su familia.
Un día obligada por la necesidad, fue a buscar a su hermana y le dijo: -Hermana necesito tu ayuda, mis hijos se mueren de hambre y tú eres rica ¡por favor dame un pedazo de pan!
La hermana rica que tenía un corazón de piedra, la contestó:
-En esta casa no hay pan para ti, ni para tus hijos- y la despidió con dureza.
Algunas horas después volvió a su casa el marido de la hermana rica, y cuando comenzaba a partir el pan para comer, se admiró de ver que iban saliendo gotas de sangre conforme lo iba partiendo. Su mujer asustada le contó todo lo que había pasado.
El esposo fue a ayudar a la pobre viuda y le llevó toda la comida que tenían preparada. Cuando iba a volver a su casa, oyó un ruido muy grande y vio una nube de humo y fuego que subía hacia el cielo, se dio cuenta de que era su casa la que ardía en llamas.
Perdieron todas sus riquezas en el incendio y la cruel mujer lanzando gritos de rabia decía:
-¡Nos moriremos de hambre!
Pero la hermana pobre que corrió de inmediato a su lado le dijo –no te preocupes hermana, Dios siempre ayuda a los pobres-.
La hermana que había sido rica, también tuvo que mendigar; pero nadie tuvo compasión de ella.
Finalmente la hermana viuda olvidando la crueldad y lo que le había hecho su hermana, repartía con ella las limosnas que recibía.
Adaptación del cuento original “Dios te Socorra” de Los Hermanos Grimm