Érase una vez un molinero que tenía tres hijos, al morir les dejó como herencia lo poco que poseía, el molino fue para el mayor, al segundo le correspondió el burro y al menor le tocó un gato. Los dos hermanos mayores estaban muy satisfechos con su herencia y pronto empezaron a trabajar, mientras el menor se preguntaba ¿cómo iba a ganarse la vida? puesto que con ese gato no iba a poder trabajar y pensó -ahora no solo tengo que trabajar para alimentarme, sino que debo alimentarlo a él también. Pero su sorpresa fue tal cuando escuchó que el gato hablaba y le dijo:
-No te preocupes mi amo, tengo un plan con el que nos volveremos ricos los dos.
El amo le preguntó -¿Qué puedes hacer? Si eres tan solo un simple gato.
El gato le respondió -Dame un sombrero fino, un par de botas, un saco grande y yo me encargaré de todo lo demás.
Satisfecho con su elegante apariencia lo primero que hizo el gato fue ir hasta un río a pescar, con sus rápidas garras sacó una docena de peces y con el saco lleno de pescados se dirigió al castillo del rey a pedir audiencia.
Al llegar al castillo los guardias no querían dejarlo pasar puesto que no sabían qué hacía un gato ahí, pero cuando el gato les explicó que traía un regalo para el rey, inmediatamente le dieron el paso.
Al llegar al salón principal, el gato saludó con una reverencia al rey, a la reina y a su hija la princesa, mencionando que venía de parte del marqués y que les llevaba unos magníficos pescados provenientes de sus ríos.
-Dile al marqués, que agradezco su generosidad- respondió el rey
El gato con botas repitió las visitas a la corte, cada vez trayendo un regalo distinto para la familia real. -Aquí está de nuevo el gato- cuchicheaban los cortesanos -¿quién será ese marqués, que tantos regalos le da al rey?
Como nadie en la corte sabía quién era en realidad el marqués, empezaron a inventar historias sobre él. –He oído decir que es el hombre más rico del reino- decían algunos –Y el más apuesto- decían otros.
Un día cuando el gato con botas le llevó un faisán a la reina, ella le dijo –Tu amo debe ser muy buen cazador.
-¡Claro!, mi amo tiene muchos talentos- respondió el gato.
-Entiendo, pero ¿cuándo vamos a ver a ese marques?, ¡queremos conocerlo!- Dijo la reina
Esa noche el gato le anunció a su amo que la reina deseaba conocerlo. Y el amo consternado se preocupó reclamándole al gato -¿pero cómo se te ocurre?, ¡ni siquiera tengo una camisa presentable!-
-No te preocupes, yo me haré cargo- dijo el gato con botas
Al día siguiente el gato con botas llevó a su amo hasta el río y le dijo que se quitara la camisa y se metiera al agua, el amo le respondió angustiado –Pero no sé nadar.
El gato con botas le dijo –no te preocupes tú has lo que te digo, yo me encargo. Y cuando el amo metió los pies al agua el gato con botas lo empujó. Y tal como lo había previsto el gato con botas, la corriente lo arrastró hasta el puente, en el momento preciso en que la carroza del rey iba pasando por ahí y al escuchar los gritos de auxilio, los guardias del rey, se apresuraron a salvarle la vida, mientras el gato con botas gritaba –¡rápido ayúdenos a salvar al marqués!. Ya que lo habían sacado del agua, el rey ordenó que trajeran ropa del palacio para vestir al marqués y en poco tiempo juan estaba vestido como le corresponde a un marqués.
El Rey invitó al marqués y al gato al palacio, en agradecimiento por los regalos que había recibido y ya en el palacio cuando la princesa y marqués cruzaron las miradas quedaron completamente enamorados.
-¡Es amor a primera vista!- dijo el gato con botas.
-Por supuesto dijo el rey, lo más conveniente será que se casen inmediatamente.
Meses más tarde se casaron y vivieron felices para siempre. Claro en compañía del gato con botas.
Adaptación del cuento “El Gato con Botas” de Charles Perrault